Confía en tu habilidad y en tu talento, antes de pensar que la falta de seguridad y autoestima impactará en una venta. Agarra el toro por las astas y vence el miedo siguiendo estos consejos, dentro de ti tienes todo lo necesario para lograrlo y vender satisfactoriamente un seguro.
El cliente es alguien de carne y hueso: No es diferente a ti… duerme, respira, también trabaja con objetivos, tiene un jefe, tiene problemas, necesidades. Comunícate con él y trátalo como a ti te gustaría que te tratasen. Ensaya tus preguntas y todo lo que vas a decir poniéndote de ejemplo a ti mismo. ¿Te gusta lo que tú mismo expresas?
Escúchalo: Estás tan preocupado en brindar información y convencer que piensas que escuchar al cliente es algo secundario, pues el convencimiento viene de ti. Recuerda que no se trata de vender un seguro que la persona no necesita, sino de escuchar el 100% de sus deseos, problemas, necesidades, motivaciones y ofrecerle una solución. Analiza qué es lo que le inquieta y ponte en su lugar.
No te desmorones: No tomes un rechazo como una calamidad, sino como un aprendizaje. Tampoco lo tomes como algo personal. El cliente tal vez no esté interesado en lo que le ofreces, eso no significa que lo hayas hecho mal.
Prepárate para las interrogantes: Que nada te tome por sorpresa. Uno de los grandes miedos de los vendedores es saber que ante una pregunta peligrosa no habrá respuesta. Por eso, empápate de información acerca del seguro que vendes y piensa qué preguntas te haría un cliente quisquilloso.
Vístete adecuado: Eso te dará seguridad y, si te sientes seguro, estarás confiado.
No le vendas tu seguro a cualquiera: Planifica la lista de clientes, perfiles y prospectos. No gastes palabras ni tiempo si el cliente no se adecúa a lo que tú crees. Ir a una reunión con un cliente elegido al azar afectará tu ánimo inicial.
Empodérate escuchando tus canciones favoritas, frases motivacionales, historias de vendedores exitosos, etc. Repite en tu cabeza todo lo que te motive.
Arma un “elevator pitch” o discurso breve con el que encantes a tus clientes en los primeros segundos de reunirse. Pruébalo contigo mismo (¿tú te encantarías con tu propio discurso?), con tus amigos o con familiares.
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